"Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias".

Winston Churchill

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domingo, 25 de octubre de 2009

Medios de Propaganda y Dominación de la Dictadura Peronista: La propaganda

La propaganda

Si en todo tiempo de la era contemporánea la propaganda ha sido un elemento de la política, nunca alcanzó, como bajo los regímenes totalitarios el carácter de verdadera arma. Las modernas tiranías no pueden imponerse y sostenerse sólo por la fuerza y el terror. La opinión pública existe porque existen los medios con que naturalmente se forma. Aunque deben, por consiguiente, adueñarse de tales medios y, a la vez excluir de su uso a los adversarios. Formarán así esa opinión, la unifican en apoyo a sus intenciones y doctrinas, y procuran que a la postre un país entero no sólo obre, sino piense como quiere el tirano y el grupo que lo rodea.
No es posible alcanzar este fin sin una técnica perfecta. Son tantos y tan complejos los factores psicológicos, sociales, políticos e históricos a cuidarse para el éxito de tal propaganda, que solo puede realizarse por organismos especializados. Cierto es que entre sus medios de acción tienen éstos los de la arbitrariedad, pero deben ejercerla con método para obtener de ellas el máximo beneficio.
En ningún país como en la Alemania nazi llegó a tanta perfección la propaganda política del régimen imperante. Se la debía realizar dentro y fuera de la nación, en colectividades disímiles y en circunstancias diferentes. Debía vencer tenaces resistencias de toda índole y especie, colectivas o individuales. Le era necesario deshacer lo que aún quedaba de la vieja Alemania imperial y lo que sobrevivía del régimen republicano. Menester le era, asimismo, divulgar e imponer el ideario nacionalsocialista, acentuar el resentimiento del pueblo y preparar al país para el momento decisivo de una nueva guerra. Y debía, en el exterior, mirar las defensas morales de los enemigos, predisponer en su contra a los neutrales, estimular el nacionalismo de las colonias, roer a las democracias y crear una mística que permitiera establecer “por un milenio” el dominio de Alemania en el mundo.
Poco faltó para que tan vasto plan tuviera éxito. Si no lo alcanzó, no ha sido por deficiencias de su propaganda, sino por errores políticos y militares, y sobre todo porque las democracias se defendieron con todas sus fuerzas y destruyeron, al fin, el régimen que quería aniquilarlas.
Algún día se estudiará por lo menudo cómo obró esa propaganda en Iberoamérica, y cómo lo hizo en nuestro país en el decenio que media entre la conquista del poder por Hitler y la revuelta militar del 4 de junio de 1943.
No es eso lo que debemos tratar ahora, sino como, a su ejemplo, se la realizó en la Argentina a partir de 1943 y muy en particular desde 1946 hasta la revolución de 1955.

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