La justicia al finalizar la dictadura
En 1954 muy poco quedaba por hacer para que la justicia quedara totalmente avasallada. Teníase por seguro que ningún juez sería capaz de contrariar al dictador. Inesperadamente, sin embargo, la Corte de Justicia de la Provincia de Salta se animó a absolver a don David Michel Torino, director del diario “El Intransigente”, que ya llevaba tres años de prisión (1) por causa política.
De inmediato fueron acusados de prevaricato sus miembros doctores Jerónimo Cardozo y Carlos F. Douthat y procesados en juicio político. No se admitió que la causa se abriera a prueba. Fueron condenados y se les declaró incapaces por tiempo indeterminado de “ocupar mpleo de honor, confianza o a sueldo de la provincia”.
Poco después, el ministro del Interior y Justicia, Borlenghi, expresó al inaugurar el año judicial de 1955 lo que a juicio del peronismo debía ser la misión del juez.
“La esencia del alma de nuestro pueblo es la doctrina que la refleja con toda pureza: la Doctrina Nacional.
“La Doctrina Nacional constituye la fibra medular del nuevo derecho. En consecuencia, siendo la misión del juez adentrarse en el espíritu del precepto para que fluya a través de su dictamen la savia de la justicia contenida en su memoria, sólo podrá conocer, interpretar y aplicar debidamente nuestras leyes, si conoce, interpreta y aplica la doctrina que es su esencia.
“No se puede concebir al juez sin identificarlo con los términos absolutos de la pura justicia: Perón y el pueblo.”
Era una advertencia. Los jueces quedaban notificados. En consecuencia, pocos días después, los nuevos miembros del Supremo Tribunal de Justicia de Córdoba dirigieron un mensaje al dictador concebido en estos términos:
“Inspirados en el patriotismo de toda vuestra vida ejemplar, en la acción de nuestra inolvidable Eva Perón y en los principios que uniforman la doctrina, asumimos con fervor peronista las altas funciones de vocales y fiscal del Superior Tribunal de Justicia de la provincia con que nos habéis honrado por intermedio del prestigioso y distinguido interventor, doctor Felipe S. Pérez, juramentados en inquebrantable adhesión y lealtad hacia vuestra insigne persona como líder de la Nueva Argentina Justicialista.”
Cuando toda la justicia quedó sometida, el dictador se sintió satisfecho. Nada podía en adelante oponerse a su voluntad. En sus manos estaba todo el poder del Estado. Solo que esto creen los dictadores cuando están próximos a caer.
NOTAS:
En 1954 muy poco quedaba por hacer para que la justicia quedara totalmente avasallada. Teníase por seguro que ningún juez sería capaz de contrariar al dictador. Inesperadamente, sin embargo, la Corte de Justicia de la Provincia de Salta se animó a absolver a don David Michel Torino, director del diario “El Intransigente”, que ya llevaba tres años de prisión (1) por causa política.
De inmediato fueron acusados de prevaricato sus miembros doctores Jerónimo Cardozo y Carlos F. Douthat y procesados en juicio político. No se admitió que la causa se abriera a prueba. Fueron condenados y se les declaró incapaces por tiempo indeterminado de “ocupar mpleo de honor, confianza o a sueldo de la provincia”.
Poco después, el ministro del Interior y Justicia, Borlenghi, expresó al inaugurar el año judicial de 1955 lo que a juicio del peronismo debía ser la misión del juez.
“La esencia del alma de nuestro pueblo es la doctrina que la refleja con toda pureza: la Doctrina Nacional.
“La Doctrina Nacional constituye la fibra medular del nuevo derecho. En consecuencia, siendo la misión del juez adentrarse en el espíritu del precepto para que fluya a través de su dictamen la savia de la justicia contenida en su memoria, sólo podrá conocer, interpretar y aplicar debidamente nuestras leyes, si conoce, interpreta y aplica la doctrina que es su esencia.
“No se puede concebir al juez sin identificarlo con los términos absolutos de la pura justicia: Perón y el pueblo.”
Era una advertencia. Los jueces quedaban notificados. En consecuencia, pocos días después, los nuevos miembros del Supremo Tribunal de Justicia de Córdoba dirigieron un mensaje al dictador concebido en estos términos:
“Inspirados en el patriotismo de toda vuestra vida ejemplar, en la acción de nuestra inolvidable Eva Perón y en los principios que uniforman la doctrina, asumimos con fervor peronista las altas funciones de vocales y fiscal del Superior Tribunal de Justicia de la provincia con que nos habéis honrado por intermedio del prestigioso y distinguido interventor, doctor Felipe S. Pérez, juramentados en inquebrantable adhesión y lealtad hacia vuestra insigne persona como líder de la Nueva Argentina Justicialista.”
Cuando toda la justicia quedó sometida, el dictador se sintió satisfecho. Nada podía en adelante oponerse a su voluntad. En sus manos estaba todo el poder del Estado. Solo que esto creen los dictadores cuando están próximos a caer.
NOTAS:
(1) Llevaba tres años procesado y detenido en una cárcel sin sentencia firme, o sea sin condena, sin una sentencia judicial, sin un fallo.
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