La enseñanza primaria
La dictadura quería hacer peronistas desde la infancia. Era la técnica totalitaria de la URSS (1), Italia y Alemania (2). Debía ser los lo tanto, la de la llamada “Nueva Argentina”, enemiga de la libertad.
Todo en la escuela debía inculcar en las mentes infantiles la idea de que nada superaba la excelsitud de la “Doctrina Nacional”, de su “genial creador” y de “la Señora”. En ésta, particularmente, los niños de los grados inferiores debían personificar todas las virtudes humanas. El libro en que aprendían a leer debía decir y repetir que era “la madrecita amorosa”, “el ángel”, “el hada buena”, “la dulce”, “la pura”, “la celestial”, “la amiga de los pobres”, “el sostén de los ancianos”, etcétera.
“El libro –dice el informe de la respectiva Comisión Investigadora- debía ser el primer contacto de la nueva generación con un Estado totalizador y absorbente. Las imágenes y expresiones reiteradas presentarían las realizaciones del régimen, ciertas o simplemente enunciadas, con perfiles tan definidos y sobresalientes que la actualidad pareciera una eclosión sin antecedentes, casi un hecho divino”.
La peronización de esos libros de desarrolló en tres etapas.
La primera, ocurrida a fines de 1949 y principios de 1959, se caracteriza por la tentativa de imposición de un texto único para el primer grado inferior de las escuelas comunes. Fue durante los últimos meses de actuación del ex ministro doctor Oscar Ivanissevich. Se trataba del libro “Florecer”, cuya autora, Emilia C. de Muñoz, era a la sazón subinspectora general de escuelas de la Capital Federal a cargo de la Inspección General. “Esta obra tiene el triste privilegio de ser la primera que lleva en sus páginas los retratos del dictador y de su mujer y de haber incorporado a su contenido temas que el régimen usaba en su campaña publicitaria de esos días. Por ello fue considerada modelo de los libros que en adelante se emplearon en las escuelas”
El ministerio la adoptó sin realizar concurso de autores, y los inspectores que se pronunciaron por su autorización, dictaminaron sin estudio previo y a requerimiento de la propia autora.
La edición oficial fue de 200.000 ejemplares de distribución gratuita, y su costo, de 380.000 pesos. Esta inversión no se hizo por licitación pública sino por adquisición directa, pretextando razones de suma urgencia que la Contaduría General de la Nación observó sin éxito.
La segunda etapa que lleva el sello inconfundible del ex ministro Méndez San Martín y del ex director general de enseñanza primaria Alberto J. Galmarino, ocurre en el período que va desde septiembre de 1950 al mismo mes de 1952. Corresponde al concurso para textos escolares regido por un reglamento que se inspiraba en las consignas políticas del oficialismo. Los libros fueron juzgados, principalmente, según su mayor o menor fidelidad a “la orientación espiritual, filosófica, política, social y económica de la Nueva Argentina”.
El concurso fracasó por la inconformable obsecuencia del ministro, que pedía libros más y más peronistas. Unos meses antes de dar por terminado el concurso reunió en su despacho a los autores y editores a quienes acusó de saboteadores y ofreció la última oportunidad para producir los libros que necesitaba el gobierno. “Los libros de lectura –dijo en esa ocasión- deben referirse a Perón y Evita desde la tapa hasta el colofón”. La mayoría de los autores procuró satisfacer estas órdenes y algunos fueron aprobados por la comisión designada al efecto.
Antes de terminar esta etapa de envilecimiento de los textos escolares, la mayoría peronista del Congreso estableció por ley la lectura obligatoria del libro “La razón de mi vida” en todos los ciclos de instrucción pública. La misma medida fue tomada por los gobiernos provinciales.
Producida la muerte de su presunta autora (3), los altos funcionarios de la comisión permanente de textos pidieron que el retrato de Eva Perón se incluyera obligatoriamente en todos los libros de todos los grados.
La tercera etapa, la de los libros para el sometimiento de la mente de los niños argentinos, empezó el 28 de septiembre de 1952 y concluyó con la deposición del tirano. El ministro Méndez San Martín modificó la reglamentación para acelerar el trámite de autorización de los textos, sin vaciar los artículos de carácter político. Con este sistema de obras se autorizaron dentro de los quince días de su presentación, y el secretario de didáctica, inspector Prudencio Oscar Tolosa, dictaminó sin descanso para que nuestras escuelas fueran invadidas por los peores libros que recuerda la Nación. La Comisión Investigadora juzga a este respecto: “Su lectura indigna y deprime. Son libros inaceptables por su falta de valor literario, incorrectos por su concepción metodológica, inmorales por la finalidad de lucro y de obsecuencia que les dio origen, impuros por su contenido, indignos por su propósito e inolvidables por el daño moral que hicieron”.
Concluye esa Comisión diciendo que el libro de lectura cumplió en esos años una obra perniciosa tan extendida y profunda, “que debe considerársela como un crimen de lesa patria”. Afirma, asimismo, que el régimen “no necesitó del texto único, porque tuvo en autores y editores la cooperación que le permitió conseguir, con la pluralidad de obras, la uniformidad ideológica que necesitaba, dando así la apariencia de una libertad de expresión que no existió en ningún momento”.
NOTAS:
(1) URSS es la “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas” desmantelada en la década de 1990 y que hoy sucedió la actual “Federación Rusa” (Nota del transcriptor)
(2) Se refiere a la Alemania Nazi de Adolf Hitler y a la Italia Fascista de Benito Mussolini. (Nota del transcriptor)
(1) URSS es la “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas” desmantelada en la década de 1990 y que hoy sucedió la actual “Federación Rusa” (Nota del transcriptor)
(2) Se refiere a la Alemania Nazi de Adolf Hitler y a la Italia Fascista de Benito Mussolini. (Nota del transcriptor)
(3) María Eva Ibarguren (Duarte) de Perón (Nota del transcriptor)
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