"Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias".

Winston Churchill

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jueves, 29 de octubre de 2009

Politica Interna Peronista: Los Partidos Políticos

Los partidos políticos



A pesar de los defectos que en los partidos políticos como en toda agrupación humana, pueden señalarse con justicia, los nuestros no difieren fundamentalmente de los que actúan en otros países democráticos. Hay en ellos buenos y malos elementos, hay desinteresados y codiciosos, sedientos de mando e indiferentes al ejercicio del poder. Algunos partidos son más severos que otros en lo que atañe a la conducta de sus afiliados; y es posible que en el ejercicio de la función pública se puedan establecer diferencias entre ellos.
Cierto es, sin embargo, que a todos los partidos debe el país su progreso, que todos han atendido loas aspiraciones colectivas y contribuido a establecer las instituciones requeridas para la buena práctica de la democracia.
Empero, no pensaba lo mismo el gobierno formado a raíz de la revuelta del 4 de junio (1). A su juicio, todos los partidos eran malos. Creía que “Las organizaciones partidarias no respondían ni responden en el presente a la realidad de la vida política de la Nación, ni son representativas de la auténtica opinión nacional, por haber desnaturalizado su función específica, contrariando elementales normas de ética política; usando del fraude, del soborno y de la venalidad, como armas de lucha, y haciendo de los beneficios particulares sus fines, con olvido total de los legítimos intereses de la patria”.
En virtud de ello, y siendo su propósito decidido –según afirmaba- “retomar la vida política de la Nación al cauce natural en que debe desenvolverse por la madurez de su espíritu, por su cultura, la capacidad de sus ciudadanos, su riqueza y su tradición”, resolvió disolver los partidos existentes a fines de 1943.
¿Quién inspiró, dentro del gobierno, esa medida de esencia totalitaria? No lo sabemos pero lo presumimos.
Poco después, el presidente general Ramirez señaló la contraposición entre la actitud del pueblo honesto y trabajador y la “repudiable y antiargentina de algunos ex políticos profesionales que desplazados de sus lucrativas posiciones, tratan de impedir por medios solapados y encubiertos la unión de todos los argentinos”. Agregó que quienes conspirasen contra la tranquilidad de la Nación serían considerados como traidores a la patria y, en consecuencia, “tratados con la severidad y violencia correspondientes”.
Con la disolución de los partidos y la persecución de sus dirigentes y afiliados más activos, el gobierno del 4 de junio facilitó el nacimiento de otra fuerza política, la que por entonces se esforzaba en construir el ambicioso secretario de Trabajo y Previsión con base en los sindicatos obreros.
La forzada renuncia de Ramirez y el nombramiento del coronel Perón como vicepresidente del gobierno provisional (7 de julio de 1944), acentuaron aún más el influjo de este en la política del país.
Los partidos no podían actuar, mas la opinión pública existía. El ejército era vigilado, pero sus miembros estaban alerta. Para aquietar a aquella y tranquilizar a éstos, Perón se vió en le necesidad de manifestar, el 22 de julio, que no tenía ambiciones personales a la presidencia de la Nación y que sus deseos eran retirarse “a sus funciones ordinarias una vez terminada la obra de la revolución”, salvo que “una decidida y categórica expresión del pueblo” le hiciera reconsiderar tal determinación.
Pocos días después, luego de confesarse autor de la proclama revolucionaria del 4 de junio, expresó: “Nuestro golpe de Estado ha durado ocho meses. Comenzó con la deposición de un gobierno tambaleante, siguió inmediatamente con la deposición de un gobierno que no era mejor que el anterior y luego con la renovación de otros valores que tampoco había llegado a comprenderla”. Atacó el individualismo y dijo que “vamos pasando poco a poco a la socialización de las grandes agrupaciones humanas” (2).
El gobierno procuraba por todos los medios la formación de un partido único, como los que, hasta poco antes, habían dominado en Italia y Alemania. Las corrientes democráticas, canalizadas en los partidos disueltos, se oponían decididamente a ello, como también vastos círculos de las fuerzas armadas. Las primeras expresaron su repudio en la manifestación del 19 de septiembre de 1945, y los segundos en el movimiento que forzó a dimitir a Perón el 9 de octubre siguiente.
Los acontecimientos posteriores y la convocatoria a las elecciones de febrero de 1046, determinaron el restablecimiento de los partidos, sin otra variante que la pérdida de los elementos pasados al coronel (3).
Con el triunfo de la candidatura oficial, la política del nuevo gobierno tendió a la eliminación de los partidos opositores, persiguió y encarceló a sus jefes en cuanta ocasión pudo aprovechar, impidió su propaganda y sobre todo su crítica, y a la postre promulgó una ley estableciendo el régimen de los mismos.
Según ella, los partidos nuevos no serían reconocidos sino a los tres años del registro del nombre, doctrina política, plataforma electoral, carta orgánica y autoridades constituidas, luego de acreditar que sus fines no importaban desconocer la Constitución, las leyes de la Nación o las autoridades que de ellas emanan, no contuvieran principios ideológicos susceptibles de alterar la paz social, incitaban a la violencia o a la alteración del orden como forma de propaganda política, admitieran vinculación con entidades internacionales u permitieran el apoyo de las mismas en las contiendas políticas.
Los partidos existentes se tendrían por reconocidos aunque estaban igualmente obligados a cumplir la referida exigencia dentro de término perentorio.
Debían integrar las listas de sus autoridades y las de sus candidatos a cualquier cargo electivo con los propios afiliados y presentarse y concurrir a todas las elecciones nacionales. Les estaba vedado disponer medidas contrarias al cumplimiento de la obligación de votar y fusionarse, aliarse, unirse o coligarse con otros partidos y aconsejar el voto por otros candidatos que los propios. El incumplimiento de tales disposiciones se sancionaba con la disolución, que podía ser decretada por el juez electoral, ya fuese de oficio, ya a requerimiento de un partido político o por denuncia subscrita por los integrantes de la nómina de las autoridades directivas, locales o centrales, o por los miembros de sus convenciones o asambleas, o por denuncia de cualquier elector perteneciente al distrito donde se cometiere la infracción
Prohibía la abstención, que muchas veces expresa la actitud opositora de un partido, como también la unión de distintas fuerzas políticas que juntas, pueden ser la mayoría del electorado y, sobre todo, facilitada la disolución de las agrupaciones adversarias, la dictadura tuvo en sus manos la suerte de todos los partidos. Vivirían mientras sirvieran a sus propósitos de dar apariencia democrática al régimen imperante, pero si se tornaban muy peligrosos, se acababa con ellos.


NOTAS:
(1) (Nota del transcriptor) Se refiere al Golpe de estado de 1943 dado por el GOU “Grupo de Oficiales Unidos” en el que Perón ocupara varios puestos entre ellos el de Vicepresidente de facto la Nación.
(2) (Nota del transcriptor) Agrupaciones humanas en el sentido fascista. O sea que atacando la democracia individualista de “un hombre un voto”, Perón promovía el fascismo corporativista.
(3) Refiere el contraalmirante Guillermo D. Plater, jefe de la Casa Militar del presidente Perón durante los años 48 y 49, que éste le dijo en cierta ocasión que en 1945 reuniéronse a su lado “dos grupos de gente: el pueblo que ansiaba una vida mejor y la “resaca (textual) de todos los partidos, con el agregado de alguno que otro independiente. Estos últimos y esa “resaca” vinieron con la esperanza de ocupar cargos públicos. (Una gran lección, página 147.)

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